Hoy noy voy a ser yo la que hable, hoy voy a reproducir las palabras que dijo Glenn Close hace unos meses al recoger el Globo de Oro:
"Estaba pensando en su madre que toda la vida dependió de su padre y que a los ochenta años le dijo que pensaba que no había logrado nada.
¡Nada!
Después de criar a cinco hijos.
Después de cuidar a los demás.
Nada!
Damos por sentadas a nuestras madres.
Les exigimos y esperamos todo de ellas porque sí
Con nuestro nacimiento les arrancamos para siempre su condición de mujeres más allá de la maternidad.
Las ridiculizamos al imaginarlas como cuerpos que desean y quieren ser deseados.
Nos avergonzamos si las vemos dudar, si descubrimos sus incoherencias, si se salen de lo establecido,
de lo que ha de ser una buena madre.
Nos enfadamos si observamos que se quieren salir del redil de madre porque nos da miedo, porque eso podría hacer que las perdiéramos.
Somos auténticos tiranos y tiranas en muchas ocasiones.
Que no agradecemos ni reconocemos nada, como si fuera lo que le tocaba y ya está. ¿Y la mujer que hay dentro de nuestras madres? Las madres necesitan espacio y tiempo para conocerse más allá de sus hijos e hijas. Más allá de sus pareja.
Las madres necesitan realizarse lejos de la familia también, para abrazar sus sombras. Y, para eso, necesitan que sus parejas estén implicadas al 50% en la educación, crianza y trabajos del hogar porque es su responsabilidad.
Pero también hijos e hijas que no se inmiscuyan en sus decisiones libres.
Que no las traten como niños o como idiotas.
Que las respeten.
Que las animen a construir lugares fuera del hogar.
Que las vean más allá de lo que representan, para que así no lleguen al final de sus vidas sintiendo que no hay ningún logro en ellas.
Cuando lo han dado absolutamente todo a cambio de nada."