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  • Beatriz

Mi primera vez frente a la cámara - ¿A por el gran reto?


¿A por el gran reto? Siiiiiii

Ya reservado el billete, el hotel, preparada toda la ropa para llevar, incluidos sombreros, impaciente y nerviosa, muy nerviosa por el viaje, por las fotos, ¡¡por todo!! Pero… ya no hay marcha atrás, la vida, el mundo es de los valientes y es para vivirla, vivir, vivir…

Llegó el día, el día de irme, el día que ya montaba en ese tren para crecer un poco, para sentir la soledad y el silencio, para hacerme un regalo, saber qué es la vida sin niños unos días, pocos pero para mí sinceramente, muchos, muchísimos, pensando la que me iba a dar de llorar cuando me fuese y los dejase allí en el andén diciéndome adiós…

Vamos a Atocha y sorpresa, el tren sale de Chamartín, no os preocupéis, es normal en mí, soy a veces muy despistada… así que con maletas en mano todos a correr como locos por Atocha, llegamos al tren que nos llevaría a la otra estación, por los pelos lo cogí y mejor, así no miré atrás, porque sabía que si miraba atrás no iba a subir a aquel tren, como os decía, para mí alejarme de mis hijos es toda una misión, una misión que yo pensaba que era imposible, los adoro y aunque necesite mi espacio, no puedo vivir sin ellos, pero sé que todos lo necesitábamos, en todo el año no nos separamos nada más que para ir al cole y eso tampoco puede ser bueno… Y, así, arrancó el tren camino al norte, con mis cascos puestos, escuchando mi música, con sensación de tristeza, alegría y entusiasmo, de miedo y valor porque hay que ir rompiendo barreras y saber que en la vida todo lo que uno se proponga por más miedo que te de se puede hacer, no vale la pena acomodarse en la zona de confort, hay que superarse y alimentar el alma de nuevas experiencias, nuestras madres no nos van a parir dos veces J.

Fue así como llegué, no sin antes en la estación en la que tenía que hacer trasbordo me perdiese y diese alguna vuelta de más por ella, si me pierdo en Madrid y está todo perfectamente señalizado en otras estaciones ya ni os cuento, pero como ya os digo, es costumbre en mí, me voy perdiendo por todos los lados, pero llegué, siempre llego, disfrutando de los verdes y bellos paisajes que desde León se pueden observar, adoro el norte, es mi debilidad, es una gozada perder la vista entre tanta maravilla…

¡Llegué a la estación acordada! a la hora prevista y con el sol brillando, todo me favorecía porque daban lluvias, ¡¡¡nervios, nervios y más nervios!!! y como Penélope pero con bolso, maleta y mochila esperé que amablemente me fuesen a buscar, ya que yo no sabía llegar al hotel, hubiese llegado, pero seguro que más de una vuelta daría y más de dos…

Me dejaron en el hotel, checking, cambio de ropa, maquillaje lo mejor que sepas (después de haberme tirado días viendo tutoriales) y a la playa, a aprovechar el sol, así de rápido sin darme más margen a pensarlo y arrepentirme, que todavía me podía haber echado para atrás, pero no, ahí subí a mi habitación antigua, la verdad que era una maravilla, hotel de estilo medieval con sus armaduras, súper acogedor y confortable.

Y ahí fuimos, a la playa… una playa preciosa, propias del norte con su camino sin asfaltar, sus rocas, su sol que no calentaba nada de nada, pero bueno para eso llevaba la cazadora y ale, andar por la playa, así de simple, esas fueron las instrucciones del fotógrafo, tu anda que yo me coloco allí y cuando te diga vienes y wualá, cuando se quería dar cuenta, ante la cara de asombro del hombre, yo ya había llegado, jejejejje, andar despacio no está hecho para mí y así pasamos alguna hora, entre intentar no dar zancadas, que no se volase el sombrero, que de hecho salió volando y tuve que ir detrás de él corriendo, mientras se partía alguno de la risa, jugando con piedras, subiendo a las rocas, mojando los pies y el vestido, como terminó el pobre de mojado, menos mal que se secaba pronto y sentarme en la arena viendo las olas como van y como vienen… empezó esta andadura y para algunos, locura.

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